Arden las almas
en los infiernos negros
sin consumirse
De lis es fuego
florecido en su hombro.
Tan diferente
Nubes y fango.
Cuerpos cansados, hartos
de lluvia y senda
Arden las almas
en los infiernos negros
sin consumirse
De lis es fuego
florecido en su hombro.
Tan diferente
Nubes y fango.
Cuerpos cansados, hartos
de lluvia y senda
Recuerdos que aparecen
añejos de nostalgia
invocando un pasado que revive
y agota la memoria.
Reflexiones profundas,
lamentos repetidos por el daño causado
como un mantra que late
mientras la vida sigue
y acumula experiencias que dejan grave surco.
Aún quedan senderos
y el horizonte es libre.
Al final de uno de ellos allí habrá que quedarse.
Es el postrer destino
del que nadie regresa.
Ultraversal 09/05/2021
Creo gustar a algunos perros,
aunque tal vez
sea que no les disgusto.
No me gruñen, no me ladran, se tienden
plácidamente a mis pies
mientras dejan pasar el tiempo
que deben soportarme.
Tampoco me repudian los morroños,
quiero decir los gatos,
rascándose contra mis perneras
y pareciendo encantarles la experiencia.
No me atrevo a probar con crocodilos,
pues tienen demasiados dientes
y nadan mejor que yo.
Respecto a los humanos…
si alguno me detesta lo silencia.
No se tienden a mis pies ni se frotan
agradeciéndome el restregón.
Aunque entiendo que la mayoría me ignore.
Me
das el cielo
ancho
de azules, sol
que
me calienta
con
cada beso tuyo
con
cada estremecer.
Te anticipo que no encontrarás
más rimas en este poema
que aquellas que tu prosa
quiera establecer con el deseo de los versos.
Ni más métrica que la cuenta
atrás de algunas de mis ansiedades.
Te acercaste despacio,
llegándome, esplendor, desde siempre .
Te deslizabas tan segura...
haciéndote sentir muy próxima:
te alzabas
sobre las puntas de la risa.
Y aunque esa frase sea tuya
me gustó tanto...
que no he dudado en robártela.
Tú me robaste antes,
pero no se te ocurra devolverme.
Deja esa ola,
mi niño
déjala ya, que se vaya.
¿No ves que no es un juguete?
No puedes llevarla a casa
¿Qué harías allí con ella…
ponerla
bajo la almohada?
¿En la bañera? Pues, no,
que perdería su gracia:
sería sólo agua quieta,
si acaso toda salada.
Deja esa ola, mi niño;
quiere irse de esta playa.
Pero si tú no la dejas
no van a venir las otras.
Además ya está cansada.
Deja esa ola, mi niño;
que la tienes amargada.
La está esperando su madre;
la pobre dirá, angustiada:
“Que se ha perdido mi olita,
ayúdenme a buscarla”
Deja esa ola, mi niño.
Juega un poco con la pala.
Haz un castillo de arena,
con conchitas y con algas.
¿Qué por qué…?
Pues no lo sé.
Tú el caso es dar la lata.
No puede haber algo guardado
en un poema que nunca se ha escrito.
Y este el caso que nos ocupa,
porque los zombis no escriben poemas
aunque si lo hicieran no los publicarían
digo yo.
Tampoco cuentan que son zombis
porque acaso lo ignoran
tal vez nadie se lo ha dicho
o quizás los han engañado
asegurándoles que no lo eran
que hay mucho embaucador de zombis.
Un zombi antes fue persona
y podría escribir un poema
en recuerdo de tiempos
en que fuera un humano consecuente.
Sería su poema zombi
y contendría versos zombis
que puedan entender los zombis
que también fueron personas
y que no sean él mismo.
Y si creen que todos los zombis
fueron seres de dos piernas...
Acaso no habrá ornitorrincos zombis
y zarigüeyas zombis.
Y hasta cabe pensar que algún hipopótamo
también zombificado pudiera darse.
Mas todo el mundo conoce
lo escasamente joviales
que pueden resultar los zombis.
Por tanto si no sonríes
tras leer este poema
de zombi a lo mejor…
Nota: Hay quien insiste en atribuir la autoría de este texto a Forrest Gump, lo cual es una muestra de insidiosa maledicencia. Forrest es mucho más listo que este insensato autor.