He vuelto a reescribir aquel viejo poema.

He vuelto a enfilar los aljófares 

del collar de versos olvidados. 


Y al agitarlos me susurran delirio,

como una muestra

de ese deseo que no decae,

de esa locura que no conoce

el sosiego de las horas.

 

He vuelto a precipitarme en el grito

del despertar en una noche  

herida por incansables sugerencias

que me desbordan el sueño.


Es de poema la forma inerte

pero de sangre viva

el verso.  Porque  nada es

más que hambre de ser pasión.

 

No importa la canción de las viejas estrofas,

tampoco lo reescrito

guarda importancia alguna

ante el río de sensaciones 

y su ánimo,  vinculables

a este texto que transcribo.


Palabra velada,  casi trémula;

pero es de consuelos

el revoloteo de su espíritu:

como el brotar de aquellos cármenes,*

atardeciendo en  Granada.






(*) Granada después del siglo XV.  Un carmen viene a representar una casa con huerto. Deriva de la palabra árabe karm ('jardín' o 'viñedo'). Se trata de un tipo de vivienda típicamente granadino, autóctono de la colina del Albaicín y exportado a otros granadinos barrios, como el Realejo,  por ejemplo.





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