Soliloquios

 


Desde el silencio escribo,

me cubro con su cautela

y en él  forjo mis temores.


Es mi silencio,

lacrado por el sello de la duda,

lo que pide el celo que me sentencia. 

 

Es el silencio que guardo

entre muros de sigilo,

tras la puerta sorda a cualquier eco.


Dale tiempo a mi voz para que suene,

vibrante y confiada. 




Desde el ayer regreso

surcando mares divergentes,

erizados de afilados escollos

que amenazan con rasgar

el vientre de mi nave.

 

En mi estela se enredan

todas las ilusiones 

que se me han ido muriendo.

 

Un poema sin logro es otra ilusión

que, ahogada, se me ha muerto.

 



Si pudiera

sería junco cimbreante

que el viento nunca derriba.

Y así existiría,  más próximo

al núcleo de algunas certezas.

 

Corazón de bambú y alma de jungla  

libre de la impertinencia humana.

Mano de glaciar que extiende los dedos 

buscando los límites de su muerte. 




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