El mundo, el domonio y la carne

 


A mi diablo
yo sé que le subyuga
poder mercadear con mi alma insana,
siempre que se la ofrezco en venal acto
a un precio que no puede rechazar.

A ese cabrón con pintas,
que me ha tocado en suerte
al repartir demonios personales,
regatear lo vuelve loco.

Le pone a cien hurgar en mis miserias
y tasarlas después muy a la baja.

El salaz indecente que es mi diablo
se traviste de súcubo carnal
y viene a turbarme los rincones
del espíritu en noches agitadas.

Dice que no se apaña estando solo,
que no le gusta,
que para algo se agencia él las almas...

Para tener algún impuro amigo



Ultraversal  17/11/2015





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