Siempre me ha fascinado el cine mudo,
tanto como el misterio que encierran los espejos…
El encuentro
Ese hombre que me observa
bien sé que me conoce
porque así lo delata el charol de sus ojos.
Permanece suspenso, esperando tal vez
a que yo alce mi mano como en un saludar;
como en un acercarme
al desencanto azul de su pensar sombrío.
La seducción
Mi sonrisa lo atrapa
y capturo la luz
deslumbrante, fugaz, de su respuesta:
el soñar de sus labios en un momento libre.
Instante oscurecido cuando se troca en gesto
que presagia el fracaso de imaginables vínculos.
La desconfianza
Afloran los recelos, se abre un frío volcán,
que nos hacen dudar
de la intención del otro.
El rechazo
Qué es lo que ha cambiado,
lo que se ha perdido aun antes de nacer…
El tipo me contempla como si abominara,
como si nuestras dos realidades
fueran incompatibles frutos raros
de huertos antagónicos,
planetas orbitando en dispares, hostiles,
estirpes estelares: sin armonía alguna,
sin comprensión posible.
La indiferencia, el desdén
Las miradas resbalan repeliéndose untuosas:
se eluden como polos literales
cuando se ignoran, dándose la espalda.
El temor
Temo al miedo a mirar al hombre que me mira.
Ultraversal 15/02/2016
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