La buena envidia

 


Me abruman los poemas que no entiendo

a pesar de leerlos varias veces.

En tantas ocasiones no siento buena parte

de todo lo que quieren expresar.

 

Densidad discursiva

intrincados lirismos

imágenes veladas, tan  sutiles,

son los recios escollos que me atoran.

 

Se me llenan los ojos de palabras

sin esponjar mis vísceras dispuestas.

No se abren las ventanas de mi compresión

ni consigo envidiar a quien lo escribe.

 

Pero no voy a  exigirle a los poetas

que acomoden su estilo a mi discernimiento.

 

La subjetividad es más ágil que yo

y acepto ser la cola del ratón

que nunca hace preguntas arriesgadas

por miedo a no saber descifrar las respuestas.

 

Si soy yo quien compone

procuro resultar inteligible.

 

Son buenos mis propósitos poéticos.

Mas luego me envilece

alguna ingobernable tentación

y en los ojos me lloran mis palabras



Origen


En demasiadas ocasiones no entiendo bien lo que leo

o es el discurso,  hecho maraña, que no se deja.

Se me llenan los ojos de palabras

sin esponjarme víscera alguna

ni permitirme envidiar a quien lo ha escrito.

No me atrevo a exigirle al mundo

que gire a la velocidad de mi entendimiento.

Además me he acostumbrado

a ser la cola del ratón que nunca pregunta.

Puede que tampoco descifrase las respuestas.

Cuando soy yo quien compone

es cierto que procuro hacerlo inteligible

porque son buenos mis propósitos

aunque luego, a veces, me dejo llevar

por algún impulso ingobernable

y en los ojos  me lloran unas palabras

que mis vísceras también rechazan

negándome hasta un ápice de la envidia propia.




Ultraversal 25/04/2021


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